PIEL
La luna llena entraba por la ventana
abierta.
Como una gasa su luz acarició la
piel desnuda. Luis miraba hipnotizado cómo producía suaves sombras en la cadera
descubierta, sobre los hombros, derramada entre el hueco de la clavícula.
El joven despertó y se desperezó con
desparpajo.
—¿Qué haces ahí sentado?
—Me levanté pronto.
—Las chavalas de anoche, que te rondan
la cabeza.
—Sí, estaban buenas.
—Ya lo creo —concluyó su amigo y
salió de la cama, desnudo, camino de la ducha.
Luis sintió un escalofrío y un leve
sofoco, los mismos que producen la mentira y los remordimientos.
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