martes, 15 de julio de 2014

REENCUENTRO




Un toro sin herrar recorre la dehesa. 

El bravo animal, negro zaino, saborea el aire con olor a olivos y encinas mientras sacude la cornamenta con su robusto cuello. 

A lo lejos ve una figura acercarse y sus poderosos músculos se tensan. 

El hombre lleva el paso sereno y camina hacia él. 

¿Quién me reta?, piensa la bestia, ¿quién osa invadir mi territorio? 

Nervioso levanta la testuz, resopla desafiante... 

... y decide embestir. 

De pronto le llegan recuerdos y se detiene. Un paño rojo, un agudo dolor en el morrillo, el acero que le atravesó el corazón.   

El hombre se acerca al gran macho con respeto y admiración, pero sin miedo. Luego fija la vista en el sol que se oculta, incendiando el horizonte y tiñendo el campo de color albero. 

Con mano decidida acaricia la frente rizada del toro y susurra, “Ya estoy aquí querido amigo”. 

Y el noble animal agacha la cabeza y humilla, porque sabe que está viendo a un torero.





En memoria de Manuel Cuevas Castro,
mi padre.